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  • Oscar Alvear G.

    Don Enrique, defensor de la vida y los derechos humanos

    Con motivo de cumplirse cuarenta años del Golpe de Estado de 1973, sin lugar a dudas han sido impactantes y estremecedores los documentales, reportajes y entrevistas relacionadas con los hechos ocurridos durante la dictadura cívico-militar. Cómo permanecer indiferentes a la violación sistemática de los derechos humanos ejercida por el aparato del Estado, sufrida por tantos chilenos y chilenas, sus familias y entornos cercanos? Cómo no solidarizar con las víctimas y sus familiares? Cómo no conmoverse con el dolor y el sufrimiento padecidos por tantos y tantas? Los hechos repudiables y luctuosos no sólo ameritan su condena enérgica, sino también merecen atender y hacerse eco del clamor de justicia y reparación que brota desde el corazón de los familiares de las víctimas, para que no vuelvan jamás a repetirse.

    En este contexto, no se puede dejar de rememorar también a muchos(as) valerosos(as) compatriotas que con su testimonio se jugaron -incluso- la vida en la defensa de la dignidad humana, en la etapa más dura y oscura del régimen militar. En el plano más cercano, quiero recordar a unas de esas personas: el querido Obispo Don Enrique Alvear Urrutia, recordado como el "Obispo de los Pobres", quien, fiel a su lema episcopal: "Cristo me ha Enviado a Evangelizar a los Pobres", desde el mismo día del Golpe Militar y hasta su fallecimiento el año 1982, dio un testimonio heroico y pacífico de solidaridad con los perseguidos y desposeídos, y con los familiares de las víctimas de la violación de los derechos humanos.

    En efecto, en la misma tarde de ese día martes 11 de septiembre, siendo Obispo de San Felipe, a pesar del toque de queda imperante, de la opinión, consejo y oposición de sus colaboradores y cercanos, se fue a las cárceles a visitar a los detenidos y a acompañar a sus parientes. Después, como Obispo Auxiliar de Santiago, se erigió en un símbolo de la promoción y defensa de la vida y de acompañamiento permanente de los familiares, en particular, de los detenidos-desaparecidos, haciendo suya su causa. Puso en el seno de la Iglesia Católica chilena el acento en la solidaridad, abogando asimismo por la construcción de una sociedad justa, solidaria e igualitaria desde la perspectiva de los pobres, y respetuosa de sus derechos. También fue a la Villa Grimaldi (Centro de torturas de la DINA), inquiriendo por la suerte de detenidos. Por eso, fue insultado, acusado de ingenuo, perseguido, apedreado, detenido, sufriendo incluso atentados a su vida e integridad física, con la colocación de bombas en sus oficinas.

    Antes de concluir esta breve reflexión, reproduzco las palabras que le dirigiera la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, en los días previos a su fallecimiento, que reflejan muy bien su compromiso y su testimonio irrenunciable y conmovedor con todo hombre sufriente: "Jamás podríamos expresarle en palabras cuánto lo queremos, cuánto lo respetamos. Tan sólo con decir su nombre nuestro corazón palpita de alegría y se nos llena de una cálida dulzura. Esa alegría que nos da el conocimiento de sus servicios inclaudicables al servicio del hombre sufriente. Gracias, monseñor, por lo que Ud. nos ha entregado, por lo que nos ha enseñado, gracias por ser tan maravillosamente terrenal". (Don Enrique Alvear: Obispo de los Pobres, Maximiliano Salinas C., Ediciones Paulinas, año 1991, p. 6).

    Finalmente, sea este un sencillo homenaje a las víctimas y sus familiares de la irracionalidad acontecida en la historia reciente de Chile, así como un tributo a quienes -a riesgo de su propia vida- salvaron y defendieron la vida de muchos chilenos y chilenas, dejándonos un legado y un compromiso imperecedero y exigente con la promoción y defensa de la dignidad de todo hombre y mujer, que en el ámbito más próximo, simbolizo en la figura del Obispo Enrique Alvear Urrutia.

     

     

 
 
     
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Don Enrique Alvear