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El testimonio y sus signos

Monseñor Alvear elaboró un Documento de trabajo
de la Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi”
del Papa Pablo VI

 

Mons. Enrique Alvear Urrutia
 “Reflexiones de Monseñor Enrique Alvear”,
Meditaciones a hermanas
Fraternidad del Divino Maestro,
Casa de Retiro Schoenstatt, 1982

 

 

De ese Documento y de otra Conferencia hemos extraído lo siguiente:

Es necesario dar testimonio

  • de que Dios es Padre: “Nosotros somos llamados hijos de Dios y en verdad lo somos”. (1Jn. 3,1).
  • de que el centro de nuestro Mensaje es Jesucristo y este mensaje afecta a toda nuestra vida.

Este testimonio ha de ser:

  • signo de esperanza.
  • signo de amor a Dios y al Prójimo.
  • signo de la búsqueda activa del bien.
  • signo de la búsqueda del mismo Dios en la oración.

Testimonio que lleva a que en las estructuras en que se trabaja, los compañeros y los que la rigen alcancen una verdadera conversión del corazón, a fin de que la estructura sea más humana, más justa, más respetuosa de los derechos de las personas y menos opresivas y avasalladoras. (n. 36).

“El más hermoso testimonio se revelará a la larga impotente, si no es esclarecido, iluminado, justificado y explicado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús”. (n. 22).

Jesús anunció la Buena Nueva con signos y palabras:

Signos: Su misma persona, su vida de amor y obediencia intachable al Padre y su entrega permanente a los hombres, con predilección por los pobres y marginados: sus numerosos milagros (Lucas 7, 22-.23): Todo eso hace de la Persona de Jesús un “signo” vivo y permanente.

Palabras: Jesús explica el signo de su vida: “Hago siempre lo que agrada a mi Padre” (Jn. 8,29).

Es imposible que un hombre acoja la Palabra y se entregue al servicio del Reino sin convertirse en cristiano que da testimonio y anuncia.

Al acoger la Palabra su vida comienza a transformarse en signo evangelizador y no puede dejar de hablar de lo que llena su corazón.

Veamos estos ejemplos:

La mujer samaritana al reconocer a Jesús como el Mesías, no pudo ocultar su alegría y por eso lo anuncia a los samaritanos. (Jn. 4, 33-35).

Los discípulos de Emaus reconocieron a Jesús resucitado en la fracción del pan y no pudieron dejar de anunciarlos a los demás discípulos (Lc. 24, 33-35).

 

Mons. Enrique Alvear Urrutia
“Reflexiones de Monseñor Enrique Alvear”
Meditaciones a hermanas
Fraternidad del Divino Maestro
Casa de Retiro Schoenstatt, 1982

 

 
 
     
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Don Enrique Alvear