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El Mes de María

Noviembre 1978
(Editorial, Boletín Zona Oeste Nº 93
Nov – Dic 1978)

 

Enrique Alvear U.
Obispo Vicario Zona Oeste

 

Muchos preguntan ¿qué es el Mes de María?, ¿por qué termina el 08 de diciembre?

Voy a comenzar por responder la segunda pregunta:

1. En el tiempo de la Colonia los reyes de España, como hombres de fe, pidieron al Papa que declarara Dogma de fe la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.

Para apoyar esta petición, dispusieron que en todos sus estados, incluidas las colonias, se celebrara solemnemente esa Fiesta Mariana del 8 de diciembre.

Muchos años después, el Santo Padre Pío IX, acogió el deseo de toda la Iglesia y lo proclamó Dogma de fe, o sea declaró que era verdad de fe, revelada por Dios, el que María había sido concebida sin mancha de pecado original.

¿Por qué?, porque era la elegida para ser Madre de Dios y el Padre tomó en cuenta la Muerte y Resurrección de su Hijo para liberarla, anticipadamente, del pecado original y también, de todo otro pecado.

2. Cuando el sacerdote don Joaquín Larraín G. trajo a Chile, desde Europa, la devoción del Mes de María, poco después de 1890, se acogió el mes anterior a la Inmaculada para rezarlo por ser un tiempo de flores y porque servía de preparación espiritual a una Fiesta Mariana muy importante y a la vez querida por los católicos chilenos.

3. ¿Qué es y qué significa el Mes de María?  Es un mes de oración y un mes de formación cristiana.  Mes de oración guiada por María que sabía hablar con Dios, sabía alabarlo y agradecerle su amor, sus dones y beneficios. (2 Cor. 1, 46,50).  Sabía hablarle de los hombres como lo hizo en las bodas de Canà (Jn. 2, 1-11).  Sabía descubrir en los hechos de la historia la presencia salvadora del Señor: “…desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón… derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes…” (Lc. 1, 51-55).

Mes de oración en que debemos juntar a los rezos y cánticos, una oración más silenciosa de reflexión y encuentro con Dios.

No podemos interpretar la historia que sucede cada día entre nosotros, si nos falta la oración.

Sin oración haremos juicios o interpretaciones más o menos cristianas posiblemente; pero no lograremos calar los hechos para descubrir lo que Dios está haciendo y lo que nuestro pecado está haciendo.

La interpretación profética de la historia es por ejemplo lo que nos da María en el Magnificat.  Pero esa interpretación supone que le preguntemos humildemente al Señor ¿dónde estás?, ¿qué señales nos da tu presencia liberadora?, ¿cuál es el hilo conductor de la historia de liberación que Tú vas conduciendo?, ¿qué esperas de nosotros?

Mes de María… mes de oración con María para hacernos más dóciles a los deseos del Padre en unión con Jesús y guiados por su Espíritu.  Es también, mes de formación cristiana.

Por eso cada día leemos la Biblia o junto con ella un trozo del Documento de los Obispos sobre la “Conducta Humana”.

Formación significa ir asimilando nuestra enseñanza de fe, tal como nos la da el Magisterio de la Iglesia, para que toda nuestra conducta humana se inspire en el Evangelio.  O bien, dicho de otra manera, para que a través de toda nuestra conducta humana se manifieste claramente que Cristo vive en nosotros.

San Pablo llegó a realizar ese ideal y por eso pudo decir con señera humildad: “Sed mis imitadores, como yo lo soy de Cristo”… “vivo… pero no yo… sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2,20).

4. Cuando falta oración y formación cristiana aparecen con mucha nitidez los criterios sociológicos – políticos o nuestras pasiones humanas en los juicios que emitimos sobre lo que sucede y aparece poco el criterio genuinamente evangélico de quien tiene como supremo interés el avance del Reino de Dios.  El punto de referencia o la perspectiva de nosotros, cristianos; para analizar y juzgar cualquier situación de la vida cotidiana debe ser el Reino de Dios.  Esto es lo único absoluto y definitivo.  Todo lo demás es relativo, o sea, dice relación o no con el Reino.

5. CONCLUSIÓN: La oración y formación cristiana que recibimos en medio de las situaciones reales que vivimos, trae como lógica consecuencia, el despertar y el desarrollo del espíritu misionero.  Éste no consiste simplemente en “hacer más misioneros”, sino ante todo, el espíritu misionera es la toma de conciencia de nuestra unión con Jesucristo que nos impulsa a ir siempre en busca y en servicio del hombre, donde quiera que este se encuentre, para invitarlo a acoger la salvación de Cristo en su vida.

6. Después de leer este mensaje, invito a todas las comunidades a revisar sinceramente su Mes de María.

 

Enrique Alvear U.
Obispo Vicario Zona Oeste

Noviembre 1978
(Editorial, Boletín Zona Oeste Nº 93 de nov – Dic 1978)

 

 
 
     
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