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Obispo para evangelizar a los pobres

Fue llamado a Talca como Obispo Auxiliar de don Manuel Larraín, siendo ordenado en la Basílica de Lourdes el 21 de abril de 1963. Allí mismo sería enterrado diecinueve años después. Escogió como lema: “El Señor me envió a evangelizar a los pobres”, el que constituyó después todo un programa de vida y trabajo.

Al ir a Talca tuvo la oportunidad de acercarse más al que fue la gran figura de esos años. Don Manuel era presidente del Consejo Latinoamericano de Obispos. Mente preclara, intelectual brillante, concebía una Iglesia inserta en los diversos pueblos y culturas. Impulsor de la justicia social, fue uno de los primeros en poner en práctica la reforma agraria. Con una perspectiva muy amplia de la Iglesia, tenía gran creatividad pastoral. Ante él, don Enrique parecía más bien tímido y retraído, con una visión más restringida; pero completó la labor pastoral del Obispo titular por su llegada a los más sencillos a los más pobres. Talca se destaca por tener gran parte de su diócesis entre los campesinos y don Enrique recorría en su “citroneta” todos los rincones. Ayudó a formar las distintas Zonas Eclesiásticas y a destacar a los laicos como responsables de hecho y derecho de las diversas instituciones.

Se dedicó también a las religiosas, quienes en ese tiempo formaron su propio Departamento Diocesano. Quizá sea bueno citar aquí el consejo que le dio a un joven sacerdote: “A las mujeres hay que quererlas mucho siempre”. Esa actitud fue clave en el futuro, cuando las mujeres, especialmente las consagradas, empezaban a compartir mucho más los trabajos pastorales de los sacerdotes. El ambiente de acogida e impulso de don Enrique animó a muchas a empezar misiones nuevas para la vida religiosa. Además, fueron muchos los institutos religiosos o seculares que le pidieron asesoramiento o retiros espirituales. Su actitud animaba a la conversión y a abrirse a situaciones nuevas.

Por los sacerdotes mostró igual preocupación. En los momentos en que los más jóvenes e inquietos reclamaban una Iglesia más comprometida, don Enrique pedía a sus compañeros de episcopado que se tomarán en serio esas posturas como un llamado del Espíritu… En el Concilio Vaticano II tuvo una ponencia a favor de la importancia y significación del Consejo de Presbiterio. Defendió siempre la responsabilidad compartida de los sacerdotes con el Obispo.

En la Conferencia Episcopal fue encargado de distintas comisiones, como la Comisión Pastoral (COP), el Departamento del Clero, la Comisión Justicia y Paz y la Catequesis; fue también miembro del Comité Permanente. Entre los obispos tenía la misma fama que en el Seminario: rezaba mucho, era sumamente afable y se renovaba continuamente en la teología y espiritualidad. Todos veían en él a una persona muy santa.

 

 
 
     
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Don Enrique Alvear